viernes, 31 de diciembre de 2010

HAY MAS DE 159.000 SACERDOTES CATOLICOS CASADOS

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Según estimaciones de la Confederación Internacional de Sacerdotes Católicos Casados, en el mundo hay por lo menos “150 mil curas” que han contraído nupcias, lo que demostraría la necesidad de que la Iglesia católica, que cuenta con cerca de 450 mil clérigos en activo, apruebe el celibato opcional, más aún porque para algunos, la cantidad de ministros católicos con pareja que se presume, es “conservadora”.
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En entrevista, Lauro Macías Raygoza, vicepresidente de la Federación Latinoamérica para la Renovación de los Ministerios, aseguró que para imponer el celibato se ha “distorsionado lo que dijo Jesús, porque él nunca lo propuso, ya que es una aberración, una forma de dividir a los cristianos de primera, los perfectos, como si la perfección recayera en la castidad, y los imperfectos, los que no son célibes. Aunque sabemos que muchos sacerdotes son incapaces de seguir este mandato, así que se ha convertido en una gran simulación”.
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Macías Raygoza, quien ejerció el ministerio durante una década y fue célibe durante ese tiempo porque “era de los convencidos y fui muy feliz”, relató que él fue testigo de la lucha interna que padecían muchos ministros “queriendo cumplir el celibato, y no se les daba, y por ello vivían en una angustia tremenda, y no sólo en el aspecto biológico sino también en el afectivo. Intentaban motivarse para ejercerlo, pero como era artificial, empezaban a vivir una doble vida”. Añadió que la Iglesia católica alberga en su seno a un grupo de sacerdotes que tienen la opción de casarse y son obedientes al Papa, pero pertenecen del rito oriental.
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En entrevista aparte, José de Jesús Aguilar, subdirector de Radio y Televisión de la Arquidiócesis de México, al hablar en defensa del celibato aseguró que éste también es apoyado por la feligresía. “Se calcula que cerca de 80 por ciento de la gente no estaría de acuerdo en que los sacerdotes se casaran, porque de por sí son pocos, y si los que hubiera tuvieran que dedicarse a esposa e hijos, se reduciría su tiempo dedicado a la comunidad”.
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Pero también hay una razón más terrenal, y ésta sería que la feligresía “no estaría dispuesta a mantener al sacerdote y a sus hijos. Y es que en ciertas comunidades, la gente con mucho trabajo acepta sostener al sacerdote, pero no lo haría con su familia”, precisó Aguilar.
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Sin embargo, para Macías Raygoza esto no es una explicación de peso ni siquiera realista, porque este asunto se subsanaría “si se permitiera al sacerdote vivir de su trabajo, como lo hacen los anglicanos”, y agregó que en general a la feligresía “le importa un bledo que el sacerdote sea célibe, lo que le interesa es su entrega, su responsabilidad, su amor de hermano y su testimonio, lo que no quiere es que la sirvan espiritualmente de mala gana o con neurosis, como lo hacen algunos”.
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En lo que sí coincidieron ambos es en afirmar que los abusos sexuales cometidos por algunos sacerdotes en contra de menores no se explican por la prohibición de tener contacto sexual.
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Soy sicólogo, y el abusador de niños es un individuo que tiene una deformación de otro tipo, la cual no radica en que sea o no célibe, eso da lo mismo”, comentó Macías Raygoza. En tanto, Aguilar expuso que “quienes abusan de menores y cometen otro tipo de agresiones o violaciones, no es por efecto del celibato, sino producto de enfermedades, de desviaciones sexuales”, consideró.
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De acuerdo con Josué Tinoco Amador, profesor y experto en temas religiosos de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, “tratando de satisfacer la libido” es que algunos sacerdotes buscan calmar esa necesidad de diversas formas, y a veces no lo hacen de manera adecuada, incurriendo en “abuso sexual, incluso en contra de niños”.
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De acuerdo con datos de la referida federación “a escala global uno de cada cuatro sacerdotes católicos se ha retirado del ejercicio oficial del ministerio”, no sólo a causa del celibato, aunque la mayoría finalmente terminó casándose.
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Para el obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Felipe Arizmendi, cada vez que se hacen públicas “infidelidades al celibato, se cuestiona su razón de ser”, pero destaca que hay que entender que el celibato es un “carisma, un don, un regalo que no se concede a todos y por eso no cualquiera lo comprende”.
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El obispo reconoce que en el cumplimiento de esta norma “es innegable que ha habido fallas”, sobre todo porque “las tentaciones nos acechan por todos lados”, pero destaca en un escrito sobre este tema que “la inmensa mayoría vivimos con gozo y plenitud esta vocación, a pesar de nuestras limitaciones. Yo me siento muy fecundo y realizado gracias al celibato”, asevera.
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Y agrega: “yo decidí libre y conscientemente no casarme, no por egoísmo, no por rechazo a la mujer ni por desconocer o despreciar la belleza del sexo y del matrimonio, sino por gracia del Espíritu Santo (…) soy feliz siendo célibe”.
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Para otros, el panorama no es tan claro, y por eso postulan que el celibato debe ser opcional en la Iglesia católica de rito latino, porque éste no tiene sustento “ni en la Biblia, ni en la tradición, ni en la teología, ni en los dogmas.
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Por esto es que el 14 de mayo de 2009 la citada federación de sacerdotes casados presentó, una vez más, una propuesta de celibato opcional al Vaticano, y la respuesta fue tan contundente como siempre: “no”.
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Mario Mullo, presidente de dicha agrupación, considera que esa “imposición” es “anacrónica” y, por tanto, la jerarquía vaticana no debe ser “intransigente” en torno a este tema, más aún cuando es claro que existe una crisis de vocaciones sacerdotales.
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Para los críticos del celibato, éste va en contra de la naturaleza humana, ya que impone renunciar a algo que es inherente a la vida: la sexualidad. Lo cual implica sólo reprimir el deseo, pero no extinguirlo.
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Esto es “muy difícil”, sobre todo en “ciertas circunstancias”, precisó un sacerdote que prefirió omitir su nombre, y quien tiene más de una década ejerciendo su ministerio, aunque ahora valora si continuará, porque hay situaciones que ya no puede evitar por más que lo intente y solicite consejos.
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En breve plática telefónica, da su testimonio sobre el tema, el cual no sólo le preocupa sino también le incomoda, porque él fue férreo defensor del celibato y no pensó verse inmiscuido en una situación como la que ahora vive.
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No sé cómo fue, ni siquiera me di cuenta de cómo empecé a sentir esto. Ella sabe que soy sacerdote, me conoció en la parroquia, y dice que no le importa, pero a mí sí. Estoy traicionando mi vocación, ya fallé (…) he hecho ejercicios espirituales y nada (…) no hemos tenido contacto sexual, pero no estoy seguro de que pueda negarme por más tiempo. Entré muy joven al seminario, quizás me faltó vivir más a fondo ciertas experiencias, si así hubiera sido, tal vez no tendría ahora esta inquietud, no lo sé”.
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Según el padre Aguilar, cuando algún clérigo experimenta un “enamoramiento pasajero se le pide que piense bien las cosas y tome una decisión, quien está indeciso recibe apoyo sicológico de parte de la Iglesia”, y agregó que a quien “se le descubre una relación larga e incluso con hijos, es obligado a retirarse del ministerio”.
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Añadió que quien se encuentra en esta situación “debe avisar a su obispo para que éste le brinde apoyo, pero si el deseo de tener una pareja es lo que prevalece, se le debe retirar del estado clerical. Esto se establece en el Derecho Canónico, en el capítulo IV”.
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La polémica sobre el celibato en la Iglesia Católica no parece tener fin. Y aunque no hay duda de que muchos sacerdotes viven esta norma a cabalidad, incluso con alegría y entrega vocacional, también es una realidad que en el mundo hay infinidad de “hijos del celibato” y, ciertamente, esta doble moral no es benéfica para la propia Iglesia.
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jueves, 30 de diciembre de 2010

LUCA SEIDITA (Diácono italiano) SE SUICIDA AL NEGARLE EL VATICANO SU ACCESO AL SACERDOCIO

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Una noticia que asombra por la falta de caridad que se trasluce por detrás… ¿Cómo se puede negar la ordenación a un diácono siete días antes? ¿Entiende de caridad el Vaticano? Como dice la página Venerabilis, no era homosensible pero sí poseía una gran sensibilidad… y ahora está muerto.
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Su nombre Luca Seidita, originario de Lecce, tenía 29 años y ejercía de Diácono en la diócesis italiana de Orvieto-Todi. Había estado un tiempo en la parroquia de San Venanzo, un año en Ficulle y últimamente venía desempeñando las funciones de secretario del Obispo, Monseñor Giovanni Scanavino.
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El martes 30 de Noviembre, entre las 21.30 y las 22h., Luca se lanzó al vacío desde los muros medievales de Orvieto, desde una altura de 30 metros. Una persona que paseaba con su perro encontró su cuerpo roto, yacía cadáver.
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Según afirman distintos medios de información italianos, Luca dejó una carta escrita en su ordenador explicando su determinación desesperada: “Quería llegar a ser sacerdote y toda mi vida ha estado dedicada a esto, pero me ha sido negado”.
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En la misma carta pide perdón al Señor por su terrible decisión, manifiesta su desilusión y reconoce su propia fragilidad. A su Obispo se dirige con el tratamiento de “padre Giovanni” y le pide que su cuerpo sea sepultado en Matino, cerca de Lecce de donde era nativo.
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Según informan los medios de comunicación, el joven diácono originario di Lecce, fue trasferido a Orvieto en el 2005, donde completó los estudios teológicos en la Universidad Lateranense. Llamado al palacio episcopal para desempeñar las funciones de secretario del Obispo a la espera de la ordenación, prevista para los próximos días, el pasado martes haciéndose presente en la Congregación de los Obispos, en compañía de su Obispo, volvió a escuchar por segunda vez un “no” a su ordenación por parte de las autoridades vaticanas, alegando falta de madurez.
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Luca manifestó su profundo dolor y decepción preguntando a su obispo con gran turbación: "¿Qué he hecho?… Díganme, ¿qué he hecho yo?…"
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La Santa Sede mandó suspender la ceremonia y a raíz de ello fue publicado un comunicado de la diócesis: “Su Excelencia Mons. Giovanni Scanavino, obispo de Orvieto-Todi, ha comunicado que la ordenación sacerdotal del diácono Luca Seidita, prevista para el 7 de diciembre próximo, ha sido suspendida y aplazada por intervención directa de la Santa Sede. Las razones serán pronto objeto de clarificación y discernimiento eclesial. Recemos para que don Luca, concluye la nota, se pueda reponer pronto de esta gran prueba”.
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Monseñor Giovanni Scanavino ha explicado que el Vaticano había considerado que el diácono no estaba todavía maduro para ser sacerdote. Según las mismas fuentes informativas, el obispo de Orvieto afirmó: “Para mí estaba preparado para ser sacerdote”, reconociendo haber “divergencias de evaluación” con los dicasterios romanos y afirmando no haber observado nunca nada insólito en los comportamientos de Luca.
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Alguien ha roto el sueño de Luca. Y con su sueño también se ha desvanecido su vida.
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Quizás alguien haya visto a los pies de las murallas de Orvieto, en la noche del martes, la silueta de un forastero rondando a la espera…
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FIN DE AÑO: UNA PALABRA DE ESPERANZA

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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Después de varios días de silencio en este blog, silencio impuesto por obligaciones a las que no he podido renunciar, quiero decir, ante todo, una palabra de gratitud y reconocimiento a todos los que, llevados por su buena voluntad y su anhelo de búsqueda, visitan el blog. A todos quiero agradecer sinceramente lo que nos ayudan a los demás que aquí colaboramos. Y quede claro que nos ayudan, hagan o no hagan comentarios, y, por supuesto, sean cuales sean sus puntos de vista, sus aportaciones, sus consensos o sus disensos. La diversidad y el pluralismo son constitutivos de la vida humana. Y si aquí se manifiesta la diversidad y el pluralismo, eso nos quiere decir que aquí hay humanidad. La humanidad en la que, según recordamos estos días los creyentes, Dios se ha hecho presente. La divinidad nos rebasa y no está a nuestro alcance. Por eso Dios se humanizó. Y así nos enseñó que, siendo cada día más sinceramente y honradamente humanos, es como podemos establecer nuestra verdadera relación con Dios.
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Estamos al final de un año que ha sido demasiado duro para demasiada gente. Estos días de Navidad, que se viven como fiesta de alegría y razonable diversión, suelen ser crueles para muchas personas. Me refiero a quienes, precisamente porque en el ambiente hay alegría y fiesta, por eso ellos sienten con más dolor el zarpazo de la soledad, el desamparo, la carencia de tantas cosas, y la desesperanza. Todos deseamos un año nuevo feliz. Y así lo decimos de palabra. Pero no nos vendría mal caer en la cuenta de lo que, para un cristiano, significa y exige "decir una palabra". La liturgia de estos días repite varias veces el prólogo del evangelio de Juan (I, 1-18). El evangelio de la "Palabra" (Lógos). Dicen los entendidos que el lógos de los griegos expresaba el proceso de pensar, es decir, la pura idea en el ámbito de la especulación. Sin embargo, en el antiguo Oriente, la palabra no consistía en un mero pensamiento o la designación de un objeto. No. La "palabra" era, en aquellas antiguas culturas orientales, "un poder" que desencadenaba unas consecuencias. Es decir, la "palabra" estaba vinculada a la "acción". Así lo entendía la cultura hebrea cuando se refería a la palabra (dabar).
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Pues bien, así se entiende en el Evangelio la palabra. Por eso el centurión romano le dijo a Jesús: "Dí una sola palabra y mi criado sanará" (Mt VIII, 8; Lc VII, 7). De ahí, la conexión que se establece entra la "palabra" y la "acción": decir una palabra es actuar en consecuencia y, por tanto, aportar soluciones, salud, vida, salvación (cf. Lc XXIV, 19; Hech IV, 29. 31; VIII, 25; XI, 19; XIII, 46; XIV, 25; XVI, 6. 32). Por tanto, para una persona que tiene verdadera fe, decir una palabra de "felicidad", de "paz" o de "esperanza", por poner sólo algunos ejemplos, es algo que no se puede hacer alegremente y así, por las buenas y sin más. Decir una palabra, para "cumplir", no; no se debería hacer. Decir una palabra de paz es comprometerse a trabajar por la paz. Como decir una palabra de felicidad es adquirir un compromiso de hacer lo que esté al alcance de uno, para que entre las personas haya más felicidad.
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Y conste, para terminar, que, al decir estas cosas, siento que pesa sobre mí el compromiso y la responsabilidad de no decir, así, por las buenas, palabras que no me comprometen a nada. Muchas veces pienso que tendría que aprender a decir solamente aquello que explica mi propia vida. O sea, primero "hacer". Y luego, "explicar" lo que he hecho. Así, y sólo así, habría armonía en la vida. Y nuestras palabras tendrían una credibilidad de la que, con frecuencia, carecemos.
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sábado, 25 de diciembre de 2010

NAVIDAD: VER CON LOS OJOS DEL CORAZON

por Leonardo Boff
(Teólogo)
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Estamos obligados a vivir en un mundo donde los artículos son el objeto más explícito del deseo de los niños y los adultos. Lo que se compra tiene que tener brillo y magia, si no, nadie lo compra. Habla más a los ojos codiciosos que al corazón amoroso.
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Dentro de esta dinámica se encuentra la figura de Papá Noel. Él es la elaboración comercial de San Nicolás –Santa Claus– cuya fiesta se celebra el día 6 de diciembre. Era obispo, nacido en el año 281 en la actual Turquía. Heredó de su familia una importante fortuna. En la época de Navidad salía vestido de obispo, todo de rojo, con un bastón y un saco con regalos para los niños. Se los entregaba con una notita donde decía que venían de parte del Niño Jesús.
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Santa Claus dio origen al actual Papá Noel, creación de un dibujante de tiras cómicas norteamericano, Thomas Nast, en 1886, y posteriormente divulgado por la Coca-Cola, ya que en esta época de frío caía mucho el consumo. La imagen de ese buen viejito, vestido de rojo y con un saco a la espalda, bonachón, que da buenos consejos a los niños es la figura predominante en las calles y tiendas en tiempo de Navidad. Su patria de nacimiento habría sido Laponia, en Finlandia, donde hay mucha nieve, elfos, duendes y gnomos, y donde las personas se desplazan en trineos tirados por renos.
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¿Existe Papá Noel? Fue la pregunta que Virginia, una niña de 8 años, hizo a su padre. Este le respondió: “Escribe al editor del periódico. Si él te dice que existe, es que realmente existe”. Eso fue lo que hizo la niña. Y recibió esta hermosa respuesta:
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Sí, Virginia, Papá Noel existe. Es tan cierto como que existen el amor, la generosidad y la devoción. Y tu sabes que todo eso existe, y da más belleza y alegría a nuestra vida. ¡Qué triste sería el mundo si no hubiese Papa Noel! Sería tan triste como si no existieran niñas como tú. No existiría la fe de los niños, ni la poesía y la fantasía que hacen nuestra existencia ligera y bonita. Pero para eso tenemos que aprender a ver con los ojos del corazón y del amor. Entonces percibimos que no hay ninguna señal de que Papá Noel no exista. ¿Que si existe Papá Noel? Gracias a Dios vive y vivirá siempre que haya niños grandes y pequeños que han aprendido a ver con los ojos del corazón.
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Esto es lo que más falta nos hace hoy: la capacidad de rescatar la imaginación creadora para proyectar mejores mundos y ver con el corazón. Si existiese esto, no habría tanta violencia, ni niños abandonados ni el sufrimiento de la Madre Tierra devastada.
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Para los cristianos es válida la figura del niño Jesús que tirita sobre las pajas, calentado por el aliento del buey y la mula. Me dijeron que, misteriosamente, a través de uno de los ángeles que cantaban en los campos de Belén, envió a todos los niños del mundo una tarjeta de navidad que dice:
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Queridos hermanitos y hermanitas
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Si mirais el pesebre y me veis ahí, sabiendo por el corazón que soy Dios-niño que no viene para juzgar sino para estar, alegre, con todos vosotros,
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Si conseguís ver en los otros niños y niñas, especialmente en los más pobres, mi presencia en ellos,
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Si lograis hacer renacer el niño escondido en vuestros padres y en los adultos para que surja en ellos el amor y la ternura,
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Si al mirar el Belén notais que estoy casi desnudo y os acordais de tantos niños igualmente pobres y mal vestidos, y sufrís en el fondo de vuestros corazones por esta situación inhumana y deseais que cambie verdaderamente,
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Si al ver la vaca, el buey, las ovejas, las cabras, los perros, los camellos y el elefante, pensais que el universo entero recibe mi amor y mi luz, y que todos, estrellas, piedras, árboles, animales y humanos formamos la gran Casa de Dios,
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Si cuando mireis hacia lo alto y veais la estrella con su cola recordais que siempre hay una estrella sobre vosotros, que os acompaña, iluminándoos y mostrándoos los mejores caminos,
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Sabed entonces que yo estoy llegando de nuevo y renovando la Navidad. Estaré siempre cerca de vosotros, caminando con vosotros, llorando con vosotros y jugando con vosotros, hasta aquel día, sólo Dios sabe cuando, en que estaremos todos juntos en la Casa de nuestro Padre y de nuestra Madre de bondad para vivir felices para siempre.
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Belén, 25 de diciembre del año 1.
Firmado: Niño Jesús
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miércoles, 22 de diciembre de 2010

LA DOBLE MORAL DE ROMA (¿ABORTO O PRESERVATIVO?)

por Diego M. Luengo
(Profesor en Ciencias Sagradas y Filosofía)
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La Iglesia Católica Romana sigue con sus discusiones bizantinas: lucha para que no se despenalice el aborto y sigue prohibiendo el uso del preservativo.
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Pregunto: Si la Teología Moral Católica y la Ética filosófica dicen que, si hay que optar entre dos males se debe elegir el mal menor ¿el preservativo no sería esa opción? ¿No se evitarían los embarazos no deseados que terminan en abortos (y madres muertas o enfermas mentales)?
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Señores del clero ¡BASTA DE MALTRATO AL SER HUMANO! Dejen de cuidar el Status Quo de la Iglesia y cuiden la salud física y mental de las personas: antes de ser CRISTIANOS, somos HUMANOS.
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Una Iglesia que contraria las leyes naturales (puestas por Dios) y que no usa el razonamiento (puesto por Dios) y el sentido común que nos diferencia de los animales, no puede ser verdadera.
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"La GRACIA no anula la NATURALEZA, sino que la SUPONE y la ELEVA." (Santo Tomás de Aquino, Filósofo y Teólogo)
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martes, 21 de diciembre de 2010

EL MIEDO A LA HUMANIDAD

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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No hablo de males y catástrofes, que ya tenemos bastantes. Y bastante hablamos de nuestras desgracias. Mejor nos iría si tuviéramos una visión positiva y esperanzadora de la vida y de las cosas. Por eso hoy, en vísperas de Navidad, propongo que pensemos en el daño que a todos nos hace el miedo que le tenemos a nuestra propia humanidad. Porque estoy persuadido de que, en ese miedo, está la explicación y la raíz de tantas torpezas y maldades que se podrían y se tendrían que evitar.
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Vamos a ver. Desde la nochebuena hasta el día de reyes, los cristianos recordamos una serie de episodios en los que no resulta fácil precisar lo que hay de leyenda y lo que hay de verdad en esos relatos. Los estudiosos se rompen la cabeza intentado descifrar cada detalle y no acaban de ponerse de acuerdo. Pero, en todo caso, lo que hay de cierto (para un cristiano) en los evangelios de la infancia (Mt I-II; Lc I-II), es que "lo divino" (Dios, en definitiva) se dio a conocer, se hizo presente y se manifestó en "lo humano". Y precisamente en lo más humano: un niño, de condición humilde y en circunstancias de despojo, desamparo y persecución a muerte. Por supuesto, como es bien sabido, la historicidad de esos hechos está cuestionada desde no pocos puntos de vista y en muchos de sus detalles. Pero eso es lo que menos importa en este momento. No olvidemos que los evangelios no son primordialmente "libros de historia", sino que en ellos se nos ofrece un "mensaje religioso". Y eso es lo que al creyente le interesa. O eso es lo que le debe interesar.
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Ahora bien, el "mensaje religioso" de los evangelios de la infancia es tozudamente claro y provocador. Es el mensaje que nos dice esto: "lo divino" se encuentra en "lo humano". En lo más humano, es decir, en lo débil, en lo marginal, en los excluido y hasta en lo perseguido. "Lo divino" no se hizo presente en lo portentoso, en lo milagroso, en lo sobrecogedor, como le pasó a Moisés en la zarza ardiendo o en el monte Sinaí. "Lo divino" se hizo presente en un niño, en un establo, entre basura y animales. Y fue anunciado a pastores, uno de los oficios marginales de aquel tiempo. Y hasta el rey, informado por los sacerdotes, decidió matarlo. Así fue cómo "lo divino" tuvo que hacerse emigrante. Porque "lo divino", que se hace presente en "lo humano", no tiene "papeles". Es verdad que al niño lo circuncidaron (Lc II, 21), como se hacía con todos los humanos de aquella cultura. Y lo llevaron al templo (Lc II, 22-23), como también se hacía entonces con todos los humanos. Pero queda en pie que, según los evangelios de la Navidad, "lo divino" se hace presente, se comunica, se da, en algo tan humano, tan débil, tan entrañable, que se encuentra "un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc II, 12).
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El Evangelio tiene algo muy fuerte, muy duro, que no nos cabe en la cabeza. A partir de la primera Navidad, que hubo en la historia, a Dios no se le encuentra ya en lo fuerte, sino en lo débil. No se le encuentra en lo grande, sino en lo insignificante. No se le encuentra en lo grandioso y lo notable, sino en lo que no pinta nada para nadie. No se trata de que el Evangelio representa un proyecto nihilista, inhumano. Se trata exactamente de todo lo contrario. El Evangelio es la afirmación más sublime de lo humano. Porque es evidente que quienes conocieron a Jesús, lo que vieron y palparon en él fue a un ser humano. Entonces, ¿por qué, desde antes de nacer y en su nacimiento, intervinieron los ángeles y la fuerza del Espíritu. Y todo eso, además, envuelto en sueños, apariciones, enigmas y manifestaciones de lo extraordinario y lo celestial? Porque había que vencer nuestra pertinaz resistencia para aceptar que, desde el momento en que Jesús vino a este mundo, a Dios lo encontramos en nuestra propia humanidad.
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Pero resulta que esto es lo que no nos cabe en la cabeza a los humanos. Nos gusta lo grande, lo importante, lo notable, lo solemne, lo que impresiona y llama la atención, lo que se impone y admira... Todo eso y lo que se parece a eso. Pero, ¿y lo que no es ni más ni menos que humano? ¿lo que es común con todos los humanos? Pues eso, precisamente eso, que es lo que tantas veces menos valoramos, eso es lo que más necesitamos. Porque es lo que más nos humaniza. Y lo que más humaniza la vida, la convivencia, la sociedad. A todos nos "educan" para ser importantes, pero no para ser sencillamente humanos.
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De ahí, la consecuencia más peligrosa y más patética que todos arrastramos. Nos seduce el poder. Nos seduce la gloria. Queremos, a toda costa, ser importantes, destacar, ser notables. Confieso públicamente que a mí, por lo menos, todo eso me atrae, me agrada y es motivo de anhelos inconfesables. Anhelos y deseos que, cuando soy sincero conmigo mismo, los maldigo mil veces. Porque estos sentimientos me rompen por dentro y destrozan mi propia humanidad.
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Esta "civilización" (?), esta "cultura" (?), en que vivimos, ha hecho con nosotros lo peor que se podía hacer. Nos ha inoculado el miedo a nuestra propia humanidad. Tiene razón el viejo mito del paraíso perdido: la tentación satánica, que a todos nos acosa, es el deseo de "ser como Dios" (Gen III, 5). Estoy harto de ver "ateos" (y no digamos "creyentes") que se pasan la vida aspirando a ser "como Dios". No sé si lo consiguen. Lo que sí sé es que somos muchos los que, a fuerza de tanto querer alcanzar a ser "divinos", hemos dejado de ser verdaderamente "humanos". Tanta falsa apetencia de "divinidad" ha hecho trizas nuestra propia "humanidad". Y además, si pensamos en lo que ha ocurrido en el ámbito de las creencias y en el terreno propio de la teología, lo que ha pasado es que "lo divino" se ha distanciado tanto de "lo humano", que ha llegado a entrar en conflicto con las mejores manifestaciones de nuestra propia humanidad. Baste pensar en los constantes enfrentamientos entre los presuntos derechos de lo divino y los derechos humanos. Por no hablar del destrozo que estas ideas han causando en el estudio propio de la cristología. Da pena pensar en que no pocos jerarcas de la Iglesia ponen el grito en el cielo si oyen decir que Jesús fue, no solamente humano, sino que es el modelo perfecto de la plenitud humana. Ser representantes del poder divino, que les da rango y poder, les encanta. Ser ejemplos de humanidad, eso es otro cantar.
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viernes, 17 de diciembre de 2010

TEOLOGIA DEL INSULTO

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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Desde que, hace poco más de un año, empecé a publicar este Blog, yo me pregunto si es posible hacer teología utilizando el insulto, la agresión, la ofensa y la descalificación como argumento. De ahí, la pregunta que me planteo tantas veces: ¿es posible hacer teología mediante ofensas, insultos y agresiones todo el que no piensa como yo? Por desgracia, en el mundo mediático de la religión, es frecuente que quien lee algo que contraríe sus propias ideas o intereses responde enseguida, no ya dando argumentos, para defender sus propias convicciones, sino propinando expresiones humillantes al que se atreve a decir lo que a mí no me gusta o afirma lo que yo pienso que es falso. De ahí, mi pregunta, que repito de nuevo: ¿se puede hacer teología utilizando como argumento la agresión al contrario?
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Yo creo que no. Porque hacer teología es hablar de Dios, si es que es realmente teología lo que se pretende hacer. Pero, ¿cómo es posible hablar de Dios mediante descalificaciones personales, expresiones humillantes, insultos y otras lindezas por el estilo? Desde la Edad Medía, allá por los tiempos gloriosos de la Escolástica más genuina, se viene hablando de la "rabies theologica", que no es ni más ni menos que la destemplanza en el discurrir y el hablar en que con frecuencia incurrimos quienes nos ponemos hablar de cosas santas y sagradas, en las que nos imaginamos que metemos a Dios, cuando en realidad lo que metemos es la pata hasta el fondo.
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Tengo la impresión de que esto es tan serio y tan fuerte, que a mí me parece que los textos de los Evangelios que ponen en boca de Jesús expresiones ofensivas a sus oponentes (por ejemplo, escribas y fariseos), eso jamás lo dijo Jesús, sino que se trata de interpolaciones que, después del año 70 (cuando cayó Jerusalén en manos del poder imperial de Roma), los cristianos se atrevieron a poner en boca de Jesús lo que salía de su propia boca, lo que no sirvió sino para fomentar, ya desde entonces, el vergonzoso antisemitismo que tanto daño nos ha hecho a todos, no sólo a los judíos.
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Y termino asegurando que, al decir estas cosas, aquí el primer culpable soy yo. Porque, a veces, hablo de manera que se me ve el plumero. Quiero decir, se me nota el apasionamiento, el partidismo o cosas parecidas que, en todo caso, son cualquier cosa menos teología. Este blog quiere ser Teología sin censura. Pero con tal que sea eso, "teología". Y teología hecha desde la libertad de pensar y de decir lo que se piensa. Pero siempre pensando y diciendo lo que, por el fondo y por la forma, podría ponerse en boca de Dios, salvando las distancias y admitiendo todos los posibles respetos que, en justicia, se merece el santo nombre de Dios.
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miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL DIOS DE LOS CONTROLADORES AEREOS

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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Una de las cosas, que ha puesto en evidencia el conflicto de los controladores en España, es que un grupo reducido de personas puede paralizar la vida normal de un país, desencadenando pérdidas asombrosas, conflictos increíbles, etc, etc. Y si, en lugar de los controladores, hubieran sido los banqueros o, lo que es más grave, los grandes señores que manejan los mercados financieros, en ese caso, un grupo mucho más reducido de individuos, de la noche a la mañana, nos habrían hundido a todos en la más espantosa miseria. Así funciona nuestro mundo. Y así de insegura es nuestra situación. Por supuesto, el Estado de derecho cuenta con medios para evitar que se produzca una catástrofe de semejantes dimensiones. Pero el problema está en que no es absurdo pensar que se puede producir. Sobre todo, si tenemos en cuenta que el poder económico está cada día en manos de menos personas.
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No es de mi competencia señalar aquí los instrumentos políticos, jurídicos y económicos que sería necesario movilizar para suprimir, de una vez por todas, que estemos flotando (sin saberlo) sobre el cráter de este inmenso volcán que nos puede tragar a todos. Desde mis limitadas posibilidades de conocimientos teológicos, me parece decisivo que todos caigamos en la cuenta de que, en el fondo, lo que aquí está en juego es un problema religioso. El problema religioso por excelencia, que es, por más que mucha gente ni se lo imagine, el problema de Dios.
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No estoy hablando de una ocurrencia mía. Ni de una elucubración traída por los pelos. Estoy hablando del Evangelio. En el mundo entero hay mucha gente que dice -al menos dice eso- que le tiene gran respeto al Evangelio. Pues bien, Jesús dictó esta sentencia: "No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt VI, 24; Lc XVI, 13). El texto griego original utiliza el verbo "doulein", que significa literalmente "hacerse esclavo". Jesús, por tanto, afirma que, puestos a elegir quién debe mandar en nuestras vidas, hay que decidirse entre Dios y el dinero. Porque armonizar el servicio a Dios y el servicio al dinero no es posible. ¿Por qué? Lo explico.
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Para hablar del "dinero", el Evangelio utiliza en este caso una palabra muy rara: "Mamón", un término formado con la transliteración griega del arameo para indicar "dinero, riqueza, posesiones". ¿Por qué esta palabra aquí precisamente? Porque indica, no ya la moneda como instrumento de cambio, sino el afán por los bienes que mandan en la vida del poseedor y se hacen dueños de sus decisiones y de su conducta. Ya Juvenal (s. II) decía que este afán por el dinero, sin tener altares, era el más venerado de los dioses romanos. El dinero satisface deseos, da seguridad, otorga prestigio, seguramente fama y, en todo caso, abre puertas, soluciona problemas y concede poder. Pues bien, todo eso, para mucha (muchísima) gente, es más importante que Dios. De forma que incluso la religión se organiza y se gestiona como argumento y justificante de la acumulación de bienes. En definitiva, el sujeto que entra en esa corriente, y se deja llevar por ella, termina creyendo más en el dinero que en Dios. Y, si es preciso, no duda en poner a Dios al servicio de Mamón.
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Como es lógico, yo no sé si los más de dos mil controladores, que hay en España, creen o no creen en Dios. Lo que sí sabe todo el mundo es que el salario medio de estos controladores es de 350.000 euros anuales, que hay bastantes que ganan entre 360.000 y 540.000 euros al año, y que algunos, a base de horas extraordinarias, llegan hasta los 900.000 euros. No me interesa saber las creencias religiosas que tienen unas personas que, ganando tales cantidades en un país en el que el 40 % de los desocupados reside en hogares donde ninguno de sus miembros trabaja, causan un destrozo económico y humano monstruoso por ganar ellos más dinero. Lo que sí se puede afirmar es que, para quienes hacen eso, las creencias determinantes de su vida están puestas en el "Mamón" del que habla el Evangelio, no en el Dios del que habla Jesús.
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En última instancia, lo que quiero decir, al recordar estos hechos, es que, tal como funciona el mundo en que vivimos y la sociedad en que hemos crecido, me parece que los fieles con que cuenta "Mamón" son muchísimos más que los fieles con que cuenta Dios. Y lo peor del caso es que los fieles servidores de "Mamón" no son conscientes de que sus "creencias religiosas" no están en la "iglesia", sino en el "banco". O quizá están depositadas en un paraíso fiscal cualquiera sabe dónde. La cuestión, en definitiva, está en saber que no es lo mismo hablar de "creencias" religiosas que de "prácticas" religiosas. La satánica y canallesca habilidad de algunos radica en que han sabido armonizar admirablemente sus auténticas creencias con sus hipócritas prácticas de correctos "beatos" o de fervorosos "capillitas".
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viernes, 10 de diciembre de 2010

DIA DE LOS DERECHOS HUMANOS

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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El 10 de diciembre de 1948 se firmó, en París, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es importante recordar y hacer mención de esta fecha. Porque esta Declaración representa uno de los acontecimientos más decisivos en la historia de la cultura, del derecho, de la política, de la humanidad entera. Y, por tanto, es también un acontecimiento de máxima importancia para la historia de las religiones, para los criterios que han de regir los comportamientos éticos. Y, por supuesto, para las espiritualidades.
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El problema está en que esta manera de ver las cosas es tan difícil de integrar en la vida de los individuos, de las instituciones, de la cultura entera, que tendrán que pasar bastantes generaciones para que los artículos de la Declaración se conviertan en convicciones tan determinantes, que lleguen a impregnar el tejido social de los pueblos, sus costumbres, sus leyes, sus estilos de convivencia y, sobre todo, los dos pilares que sostienen a cada país: el derecho y la economía.
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Baste pensar en esto: para querer a alguien, lo primero que hay que hacer es respetarle. Donde no hay respeto, no puede haber amor. Ahora bien, respetar a alguien es, ante todo, respetar sus derechos. Cuando los derechos fundamentales de una persona no se respetan, es imposible amar a esa persona. Pero, como dice la Declaración que hoy conmemoramos, respetar los derechos fundamentales de alguien es respetar su manera de pensar, su forma de vivir, sus costumbres, sus preferencias, lo que hace y lo que dice. Aunque todo eso no nos guste o incluso entre en contradicción con lo que nosotros pensamos, hacemos o decimos. Si la forma de pensar o de vivir de una persona no quebranta los derechos humanos de los demás, esa persona merece todo nuestro respeto. De ahí que los derechos humanos son y exigen tolerancia y estima de lo diferente.
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La tarea más urgente, que a todos nos incumbe, es vivir y fomentar la comprensión y la asimilación de los derechos humanos en nuestras vidas y en nuestra convivencia. Para ello, es decisivo que la religión y la educación se orienten en esta dirección. Concretando más, en este blog de teología, me parece que tiene hoy especial relevancia el que todos caigamos en la cuenta de que a las religiones les queda un largo camino por recorrer para cumplir con el sagrado deber que les incumbe en este orden de cosas. El pensamiento religioso suele ser un "pensamiento dogmático". Pero es evidente que el pensamiento dogmático es, por su misma naturaleza, un pensamiento impositivo, intolerante, autoritario e incluso amenazante. Mientras semejante forma de pensamiento siga teniendo vigencia, no será posible vivir los derechos humanos con todas sus consecuencias. Yo sé muy bien que la Iglesia, desde el papado de Juan XXIII, viene elogiando y recomendando insistentemente los derechos humanos. Pero también hay que decir que toda esainsistencia, siendo muy necesaria, se queda a medio camino, y hasta puede parecer mera palabrería, cuando los hechos en la vida de la Iglesia no se rigen por los derechos humanos. Navegando por la red, uno se queda de piedra cuando entra en algunos portales de internet, en los que quienes viven el pensamiento dogmático sin fisuras, por eso mismo se sienten con el derecho y hasta con el deber de ofender, insultar y condenar a quienes no piensan como ellos. Mientras esta mentalidad no cambie, dejemos de hablar de los derechos humanos. Y aceptemos que posiblemente somos muy religiosos, pero somos muy inhumanos. Aparte de que, a veces, damos pruebas abundantes de tener muy poca educación.
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jueves, 9 de diciembre de 2010

LA INMACULADA: UNA RELECTURA

por José María Castillo
(Doctor en Teologia y ex Sacerdote Jesuita)
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La fiesta de la Inmaculada no se refiere ni a la sexualidad, ni a la virginidad, ni a la pureza sin mancha alguna. Esta prerrogativa de María, la madre de Jesús, se discutió, se elaboró y se definió en un tiempo en el que no se sabía lo que hoy sabemos con sobrada certeza sobre los orígenes de la humanidad y sobre todo lo que gira en torno a la idea del "pecado original". Ocurre en esto algo que se puede comparar con lo que pasaba cuando la Iglesia condenó a Galileo. Hoy, la Iglesia no lo condenaría porque los conocimientos científicos no lo permiten. Pues algo parecido se puede (y se debe) decir de los orígenes de la humanidad y de la explicación que se le ha dado al llamado "pecado original". Por eso, para ilustrar nuestra fe y nuestra devoción a María, resulta necesario hacer una re-lectura de lo que queremos decir cuando afirmamos que la Madre de Jesús fue "inmaculada", es decir, "sin-mácula" o sea "sin-macha".
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1. El relato de Adán y Eva (Génesis III) no es un relato histórico, sino que es un mito. Todos los pueblos y culturas antiguas crearon mitos para explicar hechos y fenómenos que no sabían explicar. De ahí, la mitología, que es determinante para entender la vida de los pueblos, de las culturas y de las religiones. El relato de Adán y Eva no pueder ser histórico porque, entre otras razones, es evidente que las serpientes nunca han hablado. Ese relato pretende dar razón de por qué existe el mal en el mundo. Y el mito nos viene a decir que la culpa del mal en el mundo no la tiene Dios (que quiso un paraíso para los humanos), sino que la tiene el hombre (Adán), que desobedeció el mandato divino. Es decir, el mito pretende exculpar a Dios culpando al hombre.
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2. San Pablo interpretó el relato de Adán en clave de pecado, que afectó no sólo al primer hombre, sino a todos sus descendientes (Rom V, 17-21). Esta doctrina fue profundizada mediante extrañas explicaciones, que, por ejemplo, en el caso de san Agustín, nos han dicho que el "pecado" de Adán se transmite de padres a hijos mediante la generación carnal. Por eso los teólogos enseñaron, durante siglos, que los niños, cuando vienen a este mundo, son engendrados de forma que empiezan a vivir ya manchados con el "pecado original". Y ése es el pecado del que hay que "purificarlos" mediante el Bautismo. Por eso los teólogos han enseñado también, durante siglos, que nos niños que se mueren sin ser bautizados, al morir con el pecado original, no pueden ir al cielo. Pero, como no son culpables de nada, tampoco pueden ir al infierno. Eso es lo que dio origen a que algunos se inventaran la existencia del limbo. Porque no había otro sitio a donde mandar a esas criaturas. Ahora, el Papa ha dicho que lo del limbo no es verdad. ¡Menos mal!
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3. En la Edad Media (hacia el s. XII), se empezó a decir que la madre de Jesús había sido liberada del pecado original, o sea que fue "in-maculada" desde el primer instante de su vida. Santo Tomás de Aquino, y con él toda la escuela tomista, se negó a aceptar la doctrina de la Inmaculada. Porque, si María no tuvo pecado alguno (ni el original), no habría necesitado redención alguna. Pero sabemos que la redención de Cristo es universal. En sana lógica teológica, Tomás de Aquino tenía razón. La discusiones y confrontaciones entre dominicos, por una parte, y franciscanos y jesuitas, por otra, fueron enormes. Hasta que el Papa Pío IX, en 1854, zanjó la cuestión definiendo que "la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción" (Denz-Hün. 2803).
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4. Pero esa definición necesita hoy una correcta interpretación. Porque lo que no podemos hacer es enseñar una teología que está en contradicción con descubrimientos y logros que hoy son admitidos por la comunidad científica mundial. Me explico: si se admite que toda la humanidad proviene de Adán y Eva, no hay más remedio que admitir la doctrina del monogenismo, cosa que hoy la ciencia mejor documentada y más segura no tolera. Entonces, ¿a quién le hacemos caso: a la ciencia o a los catecismos? Digamos, más bien, que, como en el caso de Galileo, la teología dio una explicación de los orígenes de la humanidad que no encaja con lo que los científicos han descubierto sobre esos orígenes de esa humanidad. Por tanto, en lugar de decir que los científicos mienten, aceptemos que los teólogos hablaron de un asunto sobre el que se pronunciaron sin tener todos los elementos de juicio que necesitaban para hablar de ello con competencia y fiabilidad. Si la teología fuera más humilde y hubiera aprendido a decir que se ha equivocado no pocas veces, con esa humildad habría hecho un bien enorme a la causa de Dios, de la religión y de la Iglesia.
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5. Para demostrar que María, la Madre de Jesús, nunca tuvo pecado alguno (ni el original) se ha echado mano de lo que le dijo el ángel Gabriel al llamarla "llena de gracia" (Lc I, 28). Pero esa afirmación no prueba nada. Porque, con más claridad que a María, se le califica a Esteban, en los Hechos de los Apóstoles, "lleno de gracia" (Hech VI, 8). Pero nadie ha dicho que el mártir Esteban fuera "inmaculado". No se puede utilizar la Biblia como nos conviene y cuando nos conviene, para luego ocultar o ignorar lo que no nos interesa. La honradez teológica es básica para hacer una teología que merezca crédito y resulte fiable.
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6. Entonces, ¿qué significado tiene para los creyentes el Dogma de la Inmaculada? Significa, sin duda alguna, que María, la Madre de Jesús, fue una mujer extraordinariamente agraciada por Dios, privilegiada y de una calidad excepcional. Ella fue el cauce humano por el que Dios "se humanizó" y vino a este mundo "como uno de tantos" (Fil II, 7). Cuando en esta vida vemos a una persona de enorme calidad solemos pensar y decir que debió tener una madre de mucha categoría. Para elogiar o insultar a una persona, elogiamos o insultamos a su madre. Es lo que hizo aquella mujer, de la que nos habla el Evangelio de Lucas, cuando le dijo a Jesús gritando: "¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!" (Lc XI, 27). En la grandeza de Jesús, aquella mujer intuyó la enorme categoría de su madre. Eso es lo que tenemos que admirar, venerar e imitar con motivo de esta fiesta de la Inmaculada.
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7. Por otra parte, esto es lo que mejor puede cuadrar con el significado que hoy podemos dar a la doctrina teológica del "pecado original". El llamado pecado original no es "pecado" alguno, en el sentido en que hoy se entiende un pecado del que Dios nos tiene que perdonar. El "pecado original" no es sino el nombre teológico que se la ha puesto a la "limitación" que es inherente a la condición humana. Y, además de eso (y juntamente con eso), el "pecado original" indica también la "inclinación" al mal que todos llevamos a la sangre misma de nuestra vida. De ahí que, en toda mujer y en todo hombre, lo "humano" y lo "inhumano" estén fundidos en todo ser humano. Y de ahí también que, en última instancia, lo que viene a decirnos la fiesta de la Inmaculada es que el proyecto cristiano entraña, ante todo, la tarea incesante de hacernos cada día más humanos, superando y venciendo la inhumanidad que tanto deshumaniza esta vida y este mundo.
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sábado, 27 de noviembre de 2010

NECESITAMOS A DIOS

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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En algunos de los comentarios, que se han hecho en este Blog, a lo que yo escribí, hace dos días, sobre Hablemos de Dios, se viene a decir (poco más o menos y con la debida delicadeza) que yo, en definitiva, lo que hago es negar la existencia y la necesidad que tenemos de Dios. Porque, si nos quedamos sólo con nuestra "inmanencia" y afirmamos que no tenemos acceso a la "trascendencia", entonces, ¿con qué nos quedamos? O mejor dicho: ¿no equivale este discurso a una afirmación descarada de ateísmo tan disimulado como puro y duro?
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A ver si nos aclaramos. Posiblemente yo no me he explicado con la debida claridad y precisión en un asunto tan serio y delicado como éste. Si así es, pido las debidas disculpas. En cualquier caso, lo que quiero dejar claro es que no es lo mismo el ámbito del "ser" que el ámbito del "conocer". El "ser" pertenece a la ontología. El "conocer" es propio de la epistemología. Yo no he pretendido, en modo alguno, poner en duda (y menos aún, negar) el "ser" de Dios y, por tanto, la existencia de Dios. Si desde el principio titulé el post Hablemos de Dios, ¿voy a ser tan besugo como para estar invitando a los lectores a que hablamos de "nada", o sea de lo que "no es" y, por tanto, de lo que "no existe"?
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Yo me refería -y me refiero- al ámbito del "conocer". En este caso, la pregunta no es si Dios existe. La pregunta es: "¿cómo podemos nosotros conocer a Dios?" El problema está en que Dios es Dios porque no pertenece, ni se puede situar, en el ámbito de la "inmanencia". Si Dios es Dios, por definición, se sitúa en el ámbito de la "trascendencia". Y la diferencia, entre esos dos ámbitos, no es cuestión de "cantidad" (Dios puede más que nosotros, sabe más que nosotros, dura más que nosotros...), sino de "cualidad": Dios no es un "otro", todo lo perfecto e infinito que queramos, pero, a fin de cuentas, "otro". Nada de eso. Dios es el "Absolutamente-Otro". Y eso ya excede de tal manera nuestra capacidad y nuestras posibilidades de "conocimiento", que lo que nosotros podemos conocer de Dios no es a "Dios-en-sí", sino que lo que conocemos son las "representaciones" (o "imágenes" mentales) que nosotros nos hacemos de Dios. Pero resulta que, como nosotros pertenecemos y estamos siempre en el ámbito de la "inmanencia", de forma que (en este mundo) no podemos jamás salir de nuestra "inmanencia", entonces por eso digo que a Dios sólo podemos conocerlo en nosotros y en los demás. Por eso, el gran teólogo que fue H. Bouillard (s. XX) dijo: "La revelación (de Dios) es la relación del ser y de la conciencia del mediador (el vidente, el profeta...), del ser y de la conciencia de la comunidad con Dios como su origen".
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Y que nadie me venga diciendo que esto es quedarnos sin Dios. ¿Es que podemos estar seguros que tienen a Dios (y hablan en nombre de Dios) los que, invocando el poder y la autoridad de Dios, privan a algunas personas de sus derechos, les recortan su libertad o su dignidad, persiguen a unos, ofenden a otros, humillan a algunos y hasta matan a quien se les interpone en su camino? En nombre de Dios se han organizado guerras, se ha quemado viva a la gente, se ha ganado mucho dinero... Es verdad que también, en nombre de Dios, se ha llegado a heroísmos y generosidades inimaginables. Es verdad que esto, por suerte, creo que es lo más frecuente. Pero, por favor, no seamos ingenuos. Y pensemos que, en este asunto tan complicado, si alguien ha tenido razón es aquel humilde galileo, Jesús, que nos dejo dicho: "Lo que hicisteis con uno de estos, a Mí me lo hicisteis". Al "Absolutamente-Otro" lo encontramos en el "otro". Y conste que esto sólo lo entiende el que trata a cualquier indeseable con el mismo o con más respeto, delicadeza y cariño que trata, no digo al Papa, sino al Santísimo Sacramento. Mientras no lleguemos a esto, es que no conocemos a Dios. Ni podemos hablar de Dios. Necesitamos tanto a los otros porque, en el fondo, a quien más necesitamos es a Dios, entendido como he intentado explicarlo quizá con demasiada torpeza. Yo entiendo que todo esto es complicado. Pero, por lo menos, no hablemos de Dios con la ligereza y la superficialidad con que algunos dan la impresión de que ellos sí lo saben. "No hay más que palabras humanas para que el cielo hable" (F. Rosenszweig).
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jueves, 25 de noviembre de 2010

HABLEMOS DE DIOS

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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El reciente libro Luz del mundo, en el que el periodista Peter Seewald publica una larga entrevista con Benedicto XVI, está dando que hablar: la píldora, el celibato de los curas, la ordenación de las mujeres, la España de la II República y la España de Franco, los homosexuales, los pederastas, Marcial Maciel..., todo eso es lo que a mucha le interesa y le preocupa. Por supuesto, respeto esas preocupaciones. Porque son temas muy serios. Pero a mí me parece que hay algo mucho más serio y más urgente sobre lo que tenemos que hablar. Me refiero al tema de Dios.
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Si lo que dice el Papa sobre la píldora, el celibato o la homosexualidad son temas que interesan, es porque el Papa habla con la autoridad de Dios. Es decir, lo que dice el Papa es tan importante porque los creyentes estamos persuadidos de que lo que afirma el Papa es lo que quiere Dios. ¿Qué le importa a un ateo lo que piensa el Papa sobre la sexualidad o sobre el cura Maciel? Por eso, en este momento, el problema más serio que se nos plantea no es el problema del Papa, sino el problema de Dios.
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Lo más grave, que está ocurriendo en la Iglesia, es la sensación de que un Dios, que parecía formar parte de las evidencias naturales con las que se contaba, ha pasado a tal grado de no-evidencia que, no sólo el mundo se puede explicar sin echar mano de Dios, sino que ese Dios se considera imposible. ¿Que ha ocurrido?¿Cómo se nos ha enseñado a pensar y hablar de Dios? De una forma o de otra, siempre se nos ha dicho que Dios es "otro ser", es "otra persona", en "un tú". Sobre ese "otro ser", sobre "ese tú", hemos proyectado todo lo que nosotros apetecemos y deseamos: poder, sabiduría, majestad, gloria, grandeza, dignidad, bondad, duración... Y así, nos ha salido un Dios infinito, todopoderoso, eterno, glorioso, bondadoso son límites... Lo que ha terminado por ser un "Dios-imposible", en el que no es posible creer. Porque resulta contradictorio: si lo puede todo y es tan bueno, ¿cómo se explica que haya creado este mundo en el que se sufre tanto y sucede tanto mal y tanta desgracia?
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Si pensamos a Dios como acabo de explicar, lo que en realidad hacemos es "representarnos una realidad imaginaria", que brota de nosotros mismos, que construimos a partir de nuestras carencias y de nuestros anhelos. O sea, ese Dios es una "realidad inmanente". Lo cual quiere decir que así nos hemos hecho un Dios a la medida. Y no sólo nos ha salido mal, sino que, sobre todo, al hacer eso, hemos liquidado la "trascendencia" de Dios. Es decir, los teólogos hemos liquidado lo que diferencia y especifica a Dios, que es el Trascendente.
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A Dios sólo podemos encontrarlo "en nuestra propia inmanencia". Es decir, a Dios solamente podemos encontrarlo en nosotros mismos. En lo más noble que hay en nosotros mismos. Y lo más noble que hay en nosotros es nuestra propia humanidad. Precisando más: a Dios sólo lo podemos encontrar "en la humanidad que supera nuestra inhumanidad". A Dios lo encontramos humanizándonos, o sea haciéndonos cada día más humanos: potenciando nuestra bondad y la de los demás, nuestra dignidad y la de los demás, nuestra felicidad y la de los demás. Así, en el silencio de Dios y en el vacío de Dios, es donde encontramos a Dios. Como escribió Simone Weil, "Dios brilla, en el sentido más positivo del término, por su ausencia". O como ha dicho el profesor Juan Martín Velasco, "la revelación definitiva de Dios en Jesucristo culmina en la muerte de su Hijo en la cruz; es decir, en la aparentemente más total de sus ausencias".
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domingo, 21 de noviembre de 2010

CARGAR CON LA CRUZ (Lucas XXIII, 35-43)

por José Antonio Pagola
(Licenciado en Teología - Sacerdote)
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¿De verdad sabemos lo que significa esa Cruz que muchos quieren ver colgada en las paredes? La Cruz de Jesús no es un adorno, ni una joya… es compromiso y coherencia de vida.
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El relato de la crucifixión, proclamado en la fiesta de Cristo Rey, nos recuerda a los seguidores de Jesús que su reino no es un reino de gloria y de poder, sino de servicio, amor y entrega total para rescatar al ser humano del mal, el pecado y la muerte.
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Habituados a proclamar la “victoria de la Cruz”, corremos el riesgo de olvidar que el Crucificado nada tiene que ver con un falso triunfalismo que vacía de contenido el gesto más sublime de servicio humilde de Dios hacia sus criaturas. La Cruz no es una especie de trofeo que mostramos a otros con orgullo, sino el símbolo del Amor crucificado de Dios que nos invita a seguir su ejemplo.
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Cantamos, adoramos y besamos la Cruz de Cristo porque en lo más hondo de nuestro ser sentimos la necesidad de dar gracias a Dios por su amor insondable, pero sin olvidar que lo primero que nos pide Jesús de manera insistente no es besar la Cruz sino cargar con ella. Y esto consiste sencillamente en seguir sus pasos de manera responsable y comprometida, sabiendo que ese camino nos llevará tarde o temprano a compartir su destino doloroso.
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No nos está permitido acercarnos al misterio de la Cruz de manera pasiva, sin intención alguna de cargar con ella. Por eso, hemos de cuidar mucho ciertas celebraciones que pueden crear en torno a la Cruz una atmósfera atractiva pero peligrosa, si nos distraen del seguimiento fiel al Crucificado haciéndonos vivir la ilusión de un cristianismo sin Cruz. Es precisamente al besar la Cruz cuando hemos de escuchar la llamada de Jesús: “Si alguno viene detrás de mí… que cargue con su cruz y me siga”.
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Para los seguidores de Jesús, reivindicar la Cruz es acercarse servicialmente a los crucificados; introducir justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde sólo hay indiferencia ante los que sufren. Esto nos traerá conflictos, rechazo y sufrimiento. Será nuestra manera humilde de cargar con la Cruz de Cristo.
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El teólogo católico Johann Baptist Metz viene insistiendo en el peligro de que la imagen del Crucificado nos esté ocultando el rostro de quienes viven hoy crucificados. En el cristianismo de los países del bienestar está ocurriendo, según él, un fenómeno muy grave: “La Cruz ya no intranquiliza a nadie, no tiene ningún aguijón; ha perdido la tensión del seguimiento a Jesús, no llama a ninguna responsabilidad, sino que descarga de ella”.
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¿No hemos de revisar todos cuál es nuestra verdadera actitud ante el Crucificado? ¿No hemos de acercarnos a él de manera más responsable y comprometida?
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sábado, 20 de noviembre de 2010

EL PAPA ACEPTA EL PRESERVATIVO

¡Por fin los pies sobre la tierra!
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Benedicto XVI acepta el uso del preservativo "en algunos casos" para "reducir los riesgos de contagio" del virus del sida. Así se afirma en un libro de entrevistas que será publicado el próximo martes, según informa la agencia de noticias AFP. De ser ciertas las declaraciones, Benedicto XVI se convertiría en el primer Pontífice en mostrarse flexible en relación a la doctrina de la Iglesia en este aspecto.
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jueves, 18 de noviembre de 2010

¿EN QUE CREEMOS DE VERDAD?

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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Es correcto decir -me parece a mí- que cada cual cree en aquello que de verdad le interesa y le preocupa. Este criterio, tan sencillo, tan elemental, resulta esclarecedor cuando se trata de ver dónde pone cada uno sus creencias. Y quiero dejar claro que, cuando hablo de "creencias", me refiero a las "convicciones" que guían la vida de una persona y que por eso son las convicciones que movilizan sus reacciones, sus hábitos de vida, sus costumbres y, en general, su conducta.
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Pues bien, digo esto porque me ha impresionado la avalancha de comentarios (ya llegan casi a 80) que ha suscitado el último post que puse sobre La sacralización del otro. Nunca me imaginé que la cosa pudiera llegar a tanto. Aunque, siendo enteramente sincero y sin reservas, he de decir que, desde que puse en marcha este Blog (hace más de un año), me viene llamando la atención un hecho que no me esperaba. Se trata de que, cuando escribo algo sobre el Evangelio, sobre Jesús o sobre la Fe y la espiritualidad, el tema pasa sin pena ni gloria. Por el contrario, si lo que escribo es un tema que, por lo que sea, se presta a la polémica, sobre todo cuando salen a relucir personalidades o instituciones concretas, entonces el interés por el asunto se multiplica, se enardecen los ánimos y se organiza la gran controversia. Este es el hecho que ya está más que comprobado a lo largo de un año.
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Por supuesto, yo entiendo que, cuando se trata de hechos concretos o de personas determinadas, a todos nos resulta más fácil opinar, que cuando lo que se plantea son cuestiones más especulativas y de las que, por eso mismo, no es tan sencillo emitir un punto de vista o un criterio. De todas formas y en cualquier caso, no hay quien me quite de la cabeza la sorpresa que me he llevado al comprobar que, efectivamente, todos (yo el primero) estamos más familiarizados con el ataque a alguien o con la defensa de alguien que con la reflexión a fondo, serena y pausadamente, ante la ejemplaridad de Jesús, sus palabras, su bondad sin límites, su profunda espiritualidad. Esto es lo que explica mi pregunta de entrada: ¿en qué creemos de verdad? En otras palabras: ¿dónde tenemos puesta nuestra fe? ¿En nuestro sedicente progresismo? ¿En nuestro posible conservadurismo?
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Confieso que siento mucha pena cuando me doy cuenta de que hay momentos en que estos blogs de temas religiosos se parecen más a un violento avispero que, a un cordial y fraterno encuentro de personas que, con la mejor voluntad del mundo, buscan a Dios y quieren el bien de los demás. Reitero, una vez más, que siempre quiero y busco que, en este Blog, haya siempre entera libertad para que cualquiera hable "sin censura". Me indigna que algunos comentarios se borren, no sé por qué. Agradezco a los que me corrigen, a los que disienten, a los que me ayudan a mejorar en lo que pienso y en lo que digo. Todos tenemos mucho que aprender de los demás. Se pueden expresar puntos de vista contrarios sin necesidad de agredir o dejar en mal lugar al otro. Es evidente que si este lugar de encuentro nos sirve para eso, haremos que la vida nos resulte más soportable. Y todos respetaremos nuestra propia dignidad, dando así algún sentido a nuestras vidas. En cualquier caso, si este Blog no sirve para unirnos y humanizarnos, se suprime y en paz.
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Gracias a todos los que entráis aquí. Todos nos ayudamos a todos. Porque todos nos necesitamos.
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martes, 16 de noviembre de 2010

JESUS Y LA GALLINA

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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Los evangelios de Mateo y Lucas, cuando relatan cómo Jesús se acercaba a Jerusalén donde él sabía que le esperaba un trágico final, ponen en boca del propio Jesús unas palabras de profecía y lamento que resultan conmovedoras: "¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus pollitos bajo las alas, pero no habéis querido! Pues mirad, vuestra casa se quedará vacía" (Lc XIII, 34-35; Mt XIII, 37-39).
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Lo que más me impresiona en este texto es la imagen de la gallina (ornis), que indica la actividad del ave madre, que acoge, defiende y protege a sus hijos, cuando las grandes aves rapaces amenazan a los pequeñitos. Y sabemos que la madre calienta a sus débiles e indefensos hijos incluso exponiéndose ella al peligro inminente de ser víctima de la rapiña del poderoso. En la Biblia se utiliza esta imagen metafórica para representar la bondad, la generosidad y el cariño de Dios, que con solicitud protectora defiende siempre y se expone a lo que sea preciso, con tal de no dejar desamparados a los que no pueden defenderse (Dt XXXII, 11; Is XXXI, 5; Sal XXXVI, 8). Los evangelios de Lucas y Mateo tomaron esta imagen conmovedora de la fuente Q (Schulz, 346-356). Tenemos aquí, pues, una de las representaciones del amor de Dios, en Jesús, que resultan más impresionantes: Dios se revela en Jesús como una gallina, con todo lo que eso supone de relación entrañable, protectora, amorosa, que da seguridad y que siempre está de parte de los más débiles e indefensos.
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Nuestra cultura ha desarrollado más los valores del poder y el esplendor que las cualidades que caracterizan a una gallina-madre: la bondad que defiende al débil desde la propia debilidad. Entre nosotros, decirle a uno ¡gallina! es un insulto. Porque el poder y el esplendor no soportan la sencillez y hasta la debilidad del cariño. Jesús, sin embargo, no encontró otra imagen más apropiada para explicarnos cómo es Dios.
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Además, el dolor de Jesús se comprende mejor si tenemos en cuenta que, según el relato de Lucas, Jesús dijo esto cuando le acababan de comunicar que Herodes lo andaba buscando para matarlo. Y, por otra parte, él sabía -ya lo había anunciado- que en Jerusalén le esperaba sufrimiento, humillación, fracaso y muerte. En semejante situación, echar mano de la metáfora de la gallina protectora es tan conmovedor que tira por tierra todas las representaciones del Pantocrátor que nos han hechos los teólogos.
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Confieso que he pensado en esto estos días porque me da pena y siento una preocupación muy honda cuando veo a nuestra Iglesia española tan crispada, tan dividida, tan enfrentada. Y ¡por favor!, no le echemos la culpa a "los otros". Siempre encontramos motivos -yo el primero- para buscar culpas y culpables. Pero es evidente que, por este camino, de confrontaciones, agresiones mutuas y hasta insultos frecuentes, vamos derechamente al final que anuncia Jesús: "Pues, mirad, vuestra casa se os quedará vacía" (Lc XIII, 35). Lo estamos viendo: iglesias vacías, conventos vacíos, seminarios vacíos... ¿No nos sobra poder, altanería y deseos de esplendor? ¿No entendemos que lo que nos falta es la entrañable sencillez y debilidad de la gallina madre?
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LA SACRALIZACION DEL OTRO

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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He hablado en este Blog del respeto al otro, de la tolerancia con los demás, del amor a los otros. Hoy daré un paso más. Quienes tenemos creencias religiosas, basadas en el Evangelio, en Jesús, en la tradición cristiana, si es que pretendemos ser coherentes con tales creencias, tendríamos que tomar en serio que no basta con el "respeto" al otro. Hay que llegar hasta la "sacralización" del otro. En la teología cristiana tenemos, entre otros, un vacío importante. El vacío de una buena teología y de una buena experiencia de "lo sagrado", vivido cristianamente. Para el cristianismo, como para las demás religiones, "lo sagrado" es el templo, es el altar, el cáliz y la patena, las imágenes de los santos, los días sagrados de la semana santa o de otras fiestas religiosas, las personas consagradas, como es el caso de los sacerdotes, los obispos, el Papa, las monjas y los frailes. Es decir, los cristianos, como los demás hombres religiosos del mundo, hemos sacralizado cosas, objetos, cargos, en los que pensamos que encontramos a Dios y nos relacionamos con Dios. En esto, el cristianismo no ha hecho sino imitar o copiar lo que venían haciendo todas las religiones desde tiempos antiquísimos.
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Pero ha llegado la hora de que los cristianos afrontemos de verdad una cuestión capital: el vacío de los templos, el poco aprecio y la baja estima de los objetos religiosos, de los días religiosos, de las cosas de la religión, es la ocasión privilegiada que los "signos de los tiempos" nos sirven en bandeja, para que caigamos en la cuenta de que se está produciendo un "desplazamiento" de lo sagrado, una auténtica "metamorfosis" de lo sagrado, que no es un atentado contra la religión y contra Dios. No, no es eso. Se trata, por el contrario, de una "recuperación" de lo sagrado en el sentido auténtico que le dio Jesús y que se encuentra en el cristianismo naciente: en los Evangelios, en las cartas de Pablo, en la Iglesia primitiva.
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Sabemos que Jesús dijo del templo que había sido convertido en una cueva de bandidos. Los sumos sacerdotes no aparecen nunca en los Evangelios como oficiantes de lo sagrado, sino como agentes de sufrimiento y muerte. El Sanedrín vio en Jesús la más seria amenaza precisamente para el templo (Jn XI, 48). Y por eso dictó pena de muerte contra él (Jn XI, 53). En el juicio religioso, teniendo tantas cosas como los dirigentes religiosos tenían contra Jesús, la acusación suprema que hicieron para condenarle fue su ataque al templo (Mc XIV, 58 par). Y lo mismo hay que decir de las burlas ante la cruz (Mt XXVII, 39-44 par). Por lo demás, sabemos que Jesús le dijo a una mujer samaritana que había llegado la hora en que se acabó la adoración a Dios en este templo o en aquél. Lo que Dios quiere es la adoración "en espíritu y en verdad" (Jn IV, 21-24). Y después de la resurrección, el primer mártir, Esteban, les dijo a los dirigentes judíos que "el Altísimo no habita en edificios construidos por manos humanas" (Hech VII, 48).
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Entonces, ¿dónde está Dios? San Pablo les dijo a los cristianos de Corinto: "vosotros sois el templo de Dios" (1º Cor III, 16-17). Más aún, el cuerpo de cada ser humano es templo del Espíritu Santo (1º Cor VI, 19). Y el mismo Jesús había dicho: "donde dos o tres se reúnen... allí estoy yo" (Mt XVIII, 20). Y todavía más claro: Jesús insistió en que quien "recibe" (Mt X, 40), "acoge" (Mc IX, 37) o "escucha" (Lc X, 16; cf. Jn XIII, 20) a alguien, por pequeño que sea, es a Dios mismo a quien recibe, acoge o escucha. Nada tiene de extraño que, en el juicio final, el Señor dicte sentencia afirmando: "lo que hicisteis con uno de estos, a mí me lo hicisteis" (Mt XXV, 40).
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La cosa está clara. Jesús sacó a Dios de los sitios sagrados, lo separó de los objetos sagrados, de los tiempos sagrados, etcétera. Y puso a Dios en cada ser humano. De manera que lo que le hacemos a cada ser humano, es a Dios a quien se lo hacemos. Y Jesús no puso límites, ni condiciones, ni hizo separaciones. También en las cárceles está Dios: "estuve preso y fuisteis a visitarme". Lo que pasa es que nosotros hemos vuelto a meter a Dios en el templo, le hemos construido catedrales, iglesias, capillas de todas clases... Y nos pensamos ingenuamente que Dios está en los altares, honrado y respetado, como se merece. Cuando la pura verdad es que a Dios le faltamos al respeto siempre que no respetamos a alguien. Y mucho más cuando ofendemos, nos aprovechamos, robamos, matamos o simplemente le amargamos la vida a quien sea. A Dios lo humillamos y lo torturamos todos los días, a todas horas y en todas partes.
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Y que nadie me venga diciendo que esto es sacar las cosas de quicio. A no ser que, efectivamente, nos hayamos echado el alma a las espaldas y estemos realmente persuadidos de que donde mejor está Dios es metido en su templo de siempre. Porque en la calle, en la casa, en el trabajo y en el paro, en el bar y donde sea, se está mejor sin dios. Cuando la pura verdad es que donde no nos gusta que esté (en cada persona), allí es donde de veras está el Señor.
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viernes, 5 de noviembre de 2010

EL RESPETO AL OTRO

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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El post que puse en este blog el pasado domingo, día 31 de octubre, Esperando al Papa, ha suscitado en muchos de nuestros visitantes bastante interés. (...) Y, entre tantos comentarios, como era de esperar, hay quienes se adhieren a lo que digo sobre la próxima visita del Papa a España. Y hay quienes expresan desacuerdo o incluso protesta contra lo que yo expreso a propósito del viaje del Papa a Santiago y Barcelona.
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Dicho esto, vuelvo a los comentarios que se han escrito sobre la próxima visita del Papa. Lo primero y lo que más me interesa, en este momento, es agradecer sinceramente, a todos los que han escrito sus comentarios, lo que cada cual ha dicho, lo mismo los que han escrito a favor que los que han expresado ideas críticas o contrarias a mis puntos de vista. Y quiero dejar claro que no digo esto por quedar bien ante los lectores, sino porque estoy profundamente convencido de que lo mejor que podemos hacer en esta vida es respetar a los demás y las ideas de los demás. También cuando esas ideas son opuestas a mis ideas y a mis convicciones. Todos tenemos que aprender de todos. Y todos nos necesitamos mutuamente.
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Comprendo que esta postura puede producir la impresión de que no tengo convicciones firmes ni ideas claras. No. Yo tengo mis ideas y mis convicciones. Lo que ocurre es que no quiero ser dogmático. Y rechazo el dogmatismo como estructura mental. Sobre todo cuando me doy cuenta de que el dogmatismo lleva inevitablemente al desprecio del otro. Y, lo que es peor, a la pretensión de cambiar al otro, para que el otro vea la vida como yo la veo. Ya lo he dicho: la esencia del fanatismo reside en el hecho de querer obligar a los demás a cambiar. Y os confieso a todos que me da mucho miedo ser fanático y dar la impresión de que lo soy. El fanatismo ha sido (y sigue siendo) origen de incontables sufrimientos, desprecios, humillaciones. Y lo peor del caso es que el fanático lleva adelante su fanatismo con el convencimiento de que es eso lo que tiene que hacer. Yo sólo quiero aferrarme al Evangelio. Porque el Evangelio me ayuda ser más humano, más tolerante, más comprensivo. Eso es lo que más necesitamos en la Iglesia y en España.
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El problema, que con frecuencia se me presenta, es tener muy clara la postura que debo adoptar y, al ismo tiempo, respetar las ideas y posturas que defienden los que no ven las cosas como yo las veo. He dado muchas vueltas en mi cabeza a este asunto. Y he llegado a la conclusión de que, tal como están las cosas, es más importante la tolerancia que la intransigencia. Por supuesto, yo veo que hay cosas ante las que todos tenemos que ser intolerantes. Por ejemplo, ante el sufrimiento, la violencia y la humillación de las personas, sobre todo cuando se trata de los más débiles y excluidos de este mundo. Por eso, tampoco podemos ser tolerantes ante quienes humillan o causan sufrimiento a otros. Pero, salvado este extremo capital, lo que veo más claro es que ya nos hemos hecho demasiado daño por anteponer las propias ideas al respeto que merecen los puntos de vista o las ideas de los demás. Nunca insistiremos bastante en el valor de la tolerancia. (...) Y quiero que sea de verdad (este blog) eso: un espacio de encuentro, de diálogo, de tolerancia, de respeto, de búsqueda. Si todos nos ayudamos a caminar en esta dirección, por más que sea desde distintos puntos de vista o distintas opciones en la vida, estoy seguro de que este blog nos ayudará a todos a madurar en humanidad. Y eso -básicamente eso- es el fundamento de una Fe sólida y de un sólido amor a la Iglesia. Lo que, en definitiva, será siempre la expresión más clara y patente de que hemos tomado en serio el Santo Evangelio, del que decimos que es la Palabra del Señor.
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