miércoles, 23 de marzo de 2011

NO CREO EN TU DIOS (Carta abierta al Párroco que no queremos)

por Raul A. Perez Verzini
(Ingeniero)
.
.
Estimado, no te pongo nombre para que no creas que el problema es con vos. De hecho, los que te han tratado dicen que sos una persona agradable y no juzgo tus intenciones.
.
El totalitarismo eclesial vernáculo, cínicamente acostumbrado a tomar decisiones sin consultar a los involucrados, te eligió como párroco de La Cripta. Y vos, quizá siguiendo la antievangélica obediencia debida, aceptaste. Te equivocaste.
.
Ya te lo hemos dicho y te lo seguiremos diciendo: No te queremos como párroco. No te recibiremos como párroco. Esta nunca será tu casa.
.
Nuestra decisión no es caprichosa. No se trata de rebeldes sin causa. Se trata, como diría Pedro Casaldáliga, verdadero pastor, de una rebeldía que busca la fidelidad a nuestra propia conciencia. Son más de 45 años de una línea pastoral fuertemente anclada en las intuiciones del Vaticano II y la reflexión teológica posterior. Son miles de personas que a lo largo de todos estos años se identificaron con la manera de ser y hacer que nos caracteriza. Y no estamos dispuestos a dejar que se destruya. Estamos preparándonos para dar batalla.
.
No pienses que tenemos algo contra vos. El problema es que no creemos en tu Dios.
.
No se trata de matices pastorales. No se trata de conservadurismo y monotonía a la hora de celebrar la eucaristía. Ni siquiera se trata de falta de conocimientos bíblicos y teológicos.
.
El problema es que no creemos en tu Dios.
.
Tu Dios impone uniformidad. El nuestro, celebra la diversidad.
.
Tu Dios impone castigos. El nuestro nos mira con misericordia.
.
Tu Dios es misógino. El nuestro es Padre, pero sobre todo Madre.
.
Tu Dios en monárquico y autoritario. El nuestro, fraterno y participativo.
.
Tu Dios se identifica con el totalitarismo vaticano. El nuestro, se expresa en la Biblia y en los signos de los tiempos, y sabe que el sábado fue hecho para el ser humano y no al revés.
.
Tu Dios elude el diálogo. El nuestro nos exige reflexionar críticamente.
.
Tu Dios nos trata como idiotas. El nuestro como adultos.
.
Nuestra parroquia tiene una fuerte tradición iniciada por Quito y continuada por Víctor, donde se ha respetado a los laicos. Donde se ha respetado la libertad de pensamiento y donde sobre todo, se nos ha tratado como adultos. Aquí, como reza la oración del consejo pastoral, somos los laicos los responsables de animar la marcha de la comunidad cristiana.
.
A los adultos no se les impone una manera de ser. A los adultos no se les impone un pastor. Los adultos eligen a quien merece ser llamado pastor.
.
Vos venís desde otro lugar. A vos te enseñaron que el laico está para obedecer. A vos te enseñaron que las investigaciones teológicas, antropológicas y exegéticas son para la universidad, no para compartirlas con los laicos, demasiado “ignorantes” la mayoría.
.
A vos te enseñaron que son más importantes las posturas de la jerarquía que lo que diga la Biblia y el pensamiento moderno. Por eso te toca defender lo indefendible. Por eso no podés sumarte a nuestras expresiones que apoyan a los divorciados, a los movimientos de GLBT, al sacerdocio femenino, al aborto legal, al fin del celibato, a la autonomía del estado y a la democratización de la iglesia entre otras.
.
Quizá por eso tus homilías hablan de que Jesús clavado en la cruz podría haber hecho caer un rayo del cielo para vengarse de sus enemigos… La verdad que cuando lo escuche no sabía si reír o llorar… Qué clase de teología te educa? Qué imagen de Dios tenes? Podes afirmar en conciencia que ese es el Dios de Jesús? No, el problema no lo tenemos con vos. El problema es que no creemos en tu Dios. Tu manera de entender el Evangelio y de vivir el cristianismo son incompatibles con nuestra manera de entenderlo y de vivirlo, por eso no sos apto para ser párroco de La Cripta. Ni serás bienvenido a nuestra comunidad.
.
No se trata de santidad. Probablemente vos seas más santo que nosotros. No se trata de quién está en la verdad y quien en el error. Nos sabemos en búsqueda permanente y dispuestos a cambiar nuestras opiniones cuando se nos demuestra el error.
.
No pretendemos cambiarte. No pretendemos que abandones tus creencias y tus modos de ser. Simplemente te decimos que nosotros tampoco queremos abandonar aquello que creemos y podemos fundamentar como correcto.
.
No queremos, como pediste, darte una oportunidad. Te haríamos perder tiempo y nos harías perder tiempo a nosotros. Estamos trabajando duro para contrarrestar el descreimiento y el abandono masivo de jóvenes y adultos que la Iglesia jerárquica, con Ratzinger a la cabeza, ha provocado en la gente. Y por eso exigimos como párroco una persona que respete nuestra caminata y venga a iluminarla con más libertad y más novedad y no a destruir lo hecho hasta ahora.
.
Nos hemos tomado en serio las palabras de Jürgen Moltmann, unos de los teólogos más importantes del siglo XX: “Donde la Iglesia no engendre una fe liberadora, sino que difunda opresión, sea esta moral, política o religiosa, habrá que oponerle resistencia por amor a Cristo”.
.
Gracias por entendernos.
.

lunes, 21 de marzo de 2011

LA RELIGION COMO IDOLATRIA

.
.
Hay una idolatría solapada y que puede pasar desapercibida por lo que es una de las más peligrosas. Cuando la religión se convierte en un ídolo es muy difícil descubrirlo y en la mayoría de los casos nos hace ver lo bueno como malo y lo malo como bueno. Nos produce una distorsión de la mente y del corazón. Se consagra un supuesto orden natural como sagrado, y unas definiciones de la divinidad como intocables. He ahí que habiendo creado Dios el hombre a su imagen y semejanza, vemos ahora a Dios creado a imagen y semejanza de Dios. Es la religión como ideología, y a Dios al servicio de esa ideología. No debe extrañarnos entonces que en nombre de la religión se hayan convertido auténticos crímenes contra la dignidad de las personas y se sigan cometiendo…
.
Jesús fue rechazado y condenado por las personas más religiosas de su tiempo (¿a qué nos suena esto hoy?). Y fue rechazado y condenado precisamente porque la gente más religiosa de entonces consideró que era un blasfemo y un impostor, es decir, el enemigo más radical de la religión.
.
¿Por qué sucede esto? Cuando el hombre convierte a Dios en un objeto y lo encierra en unas fórmulas dogmáticas, puede domesticar a Dios. Y Dios una vez domesticado queda al servicio de la ideología. Y ya tenemos una religión convertida en ídolo. Hecho esto, el hombre se autoengaña pensando que se relaciona con Dios; bien puede suceder que, en realidad, con lo que se relaciona es con las objetivaciones de Dios que el mismo hombre construye. Y así el hombre queda apresado ilusoriamente en sus mediaciones.
.
A partir de aquí la religión convertida en ídolo, impide al hombre escuchar la voz de Dios, y así somete a Dios a sí mismo. De aquí a la deificación de algunos hombres como representantes de Dios y dueños absolutos de su voluntad sólo hay un paso. Así pasó en el cristianismo primitivo; Jesús anunció que era necesario que él se fuera, y que mandaría el Espíritu para dirigir su comunidad. Pero algunos en la primitiva Iglesia pensaron era necesario “sustituir” a Jesús haciéndose sus vicarios; y la cabeza invisible de la Iglesia, necesitó un cabeza visible que representara a Aquel que seguía presente en su Espíritu.
.
Esta idolatría como dije al principio es muy peligrosa; este hombre religioso puede llegar a matar por defender a su dios y a su religión. Tiende en nombre de Dios a condenar a los que no piensan como él, y se cree dueño absoluto de la verdad, una verdad inmóvil, absoluta, y que depende del o de los representantes humanos de Dios.
.
Estos hombres terminan siendo víctimas de su propia Dios, creación de sus mentes, y terminan viviendo enfrentados con todos los que viven a su alrededor. Son personas débiles, incapaces de enfrentarse a su propia libertad, a tomar decisiones que comprometan su vida. Por eso delegan su libertad en unos personajes a los que creen imbuidos de poderes divinos y de la posesión de la verdad. Los frutos de la religión como idolatría crean muchas víctimas, personas pesimistas, que suelen sentirse siempre perseguidas, y suelen tener delirios de grandezas pensando que ellos son los elegidos para defender la verdad. Por no alargarme más en el siguiente artículo veremos los remedios de todo esto… así que continuará…
.

lunes, 14 de marzo de 2011

LA HUMANIDAD DE JESUS Y LA HUMANIDAD DE DIOS

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
.
.
Hablar de la humanidad de Jesús no es sólo referirse a su sensibilidad o benignidad. Ni, por supuesto, se trata únicamente de afirmar su naturaleza humana. Desde el punto de vista de la teología cristiana, lo más importante, que hay que decir sobre la humanidad de Jesús, es que en ella encontramos el único medio, que tenemos los seres humanos, para conocer a Dios. De tal forma que es precisamente en la condición humana de Jesús donde podemos conocer quién es Dios y cómo es Dios. Más aún, es en la entrañable humanidad de Jesús donde comprendemos la profunda y desconcertante humanidad de Dios.
.
Para entender lo que acabo de decir, lo primero es tener claro lo que significa la trascendencia de Dios. Por definición, Dios es el Trascendente, es decir, trasciende todo cuanto pertenece a la capacidad humana. O sea, Dios está más allá del límite último de nuestra posibilidad de conocer, es decir, está fuera del campo inmanente de la nuestra capacidad de conocimiento. Por eso lo propio de Dios es la trascendencia, mientras que lo propio del ser humano es la inmanencia. Entre estos dos ámbitos (de lo existente) hay una diferencia radical, de forma que "lo trascendente" es "lo absolutamente otro" en relación a "lo inmanente". Esta distinción y esta diferencia es indispensable para que resulte posible pensar en Dios y pensar a Dios. En esto radica lo que se ha llamado el "código binario", a partir del cual es posible la religión (N. Luhmann). Desde este punto de vista, podemos afirmar que Dios es "el absolutamente Otro". Hasta el extremo de que, de no ser así, Dios no sería Dios, sino que sería un "objeto" más entre los muchos objetos que elabora la mente humana desde su "inmanencia".
.
Dicho esto, se comprende el auto-engaño que representa nuestra forma más absolutamente pervertida de pensar a Dios. Es "esa concepción según la cual Dios sería una realidad, un ser; otro en relación con las realidades del mundo y con su totalidad. Otro, sobre todo, en relación con el sujeto humano" (J. Martín Velasco). De donde se concluye que Dios es otro ser, otra persona, un tú, con el que yo puedo hablar y con el que me puedo relacionar, al que le pido lo que necesito o al que ofendo, como puedo ofender a otro ser humano cualquiera.
.
Por otra parte, sobre este "otro", sobre este "", que nos imaginamos que es Dios, hemos proyectado todo aquello que nosotros apetecemos y de lo que carecemos: poder, saber, tener, duración, bondad, felicidad... Y así, nos ha salido un Dios que lo puede todo, lo sabe todo, lo tiene todo, y es la bondad infinita y la felicidad sin límites. Pero, al hacer eso, no nos hemos dado cuenta de que ese "otro", ese "", ese "objeto" es, ante todo, imposible. Quiero decir: es un Dios contradictorio. Porque, tal como es este mundo, que (según decimos) ha brotado de la voluntad y de la decisión de Dios, no puede haber sido creado o pensado por un ser que es, al mismo tiempo, infinitamente poderoso e infinitamente bueno. Porque ambas cosas son incompatibles con el mal, el asombroso y aterrador problema del mal, que padecemos en este mundo.
.
Pero hay más. Porque ese Dios, que "opera y se hace presente como un ente particular junto a otros" (K. Rahner), además de contradictorio, es también un Dios inevitablemente conflictivo. Y la razón es clara: si ese Dios es un "otro", que acumula todas las perfecciones que nosotros podemos imaginar, entonces resulta que Dios es infinitamente justo y es juez de nuestra conducta. Ahora bien, tal como es (de facto) la condición humana, los mortales hacemos mucho daño, causamos indecibles males, cometemos demasiadas injusticias. Pues bien, así las cosas, si Dios es el infinitamente justo y el juez que hace justicia, ese Dios entra inevitablemente en conflicto con los seres humanos. Por eso Dios es, para mucha gente, una fuente incesante de miedos, temores confusos, sentimientos de culpa, amenazas y experiencias indescifrables.
.
Así las cosas, hay que preguntarse: ¿no estaremos radicalmente equivocados en nuestra forma de pensar a Dios y de hablar de Dios? La respuesta más obvia, que a cualquiera se le ocurre - si es que pensamos a fondo en este asunto -, es que desde la inmanencia, todo lo que pensamos es y será siempre inmanente, puesto que los humanos no tenemos acceso a la trascendencia. Por tanto, desde nuestra inmanencia, no podemos conocer a Dios. Porque, desde el momento en que el Trascendente entra en el campo de nuestra inmanencia, desde ese mismo momento el "absolutamente Otro" degenera en "cosa" y deviene a un "objeto" más de todos los objetos que puede elaborar nuestra mente. Se produce así lo que se ha denominado el proceso de "conversión diabólica" (P. Ricoeur), en virtud del cual el "totalmente Otro" se pervierte y queda reducido a un "otro", todo lo perfecto que nosotros queramos, pero, a fin de cuentas, "otro más". Martín Velasco ha insistido en esto: "la trascendencia de Dios bien entendida, su ser totalmente otro, comporta que, por ser totalmente otro, Dios sea "no otro" en relación con todas las otras realidades". Dicho de forma más sencilla, ese "Otro" al que llamamos Dios, ese "" en el que pensamos que encontramos a Dios, en realidad no es "Dios en sí", sino la "representación" de Dios que nosotros nos hacemos. Una representación distinta según las distintas religiones que nos lo han representado.
.
¿Tiene solución y salida el Dios contradictorio y conflictivo al que, no obstante la enorme carga de contradicción y de conflictividad que lleva en sí mismo, nos hemos acostumbrado, lo soportamos y hasta decimos que lo necesitamos y lo amamos? Yo no le veo a este Dios ni solución ni salida por el camino que nos marca la razón, el discurso humano. Porque, si echamos por ese camino, no salimos de la contradicción y de la conflictividad que entraña en sí mismo el Dios que ha podido elaborar la inmanencia. Entonces, ¿qué hacer?
.
Dado que el camino de la razón no da más de sí, buscamos la salida por el camino de la Fe. Un camino que se justifica desde el momento en que comprendemos lo que es. Quiero decir: los seres humanos no nos comunicamos, no nos expresamos, sólo mediante razones. Además de eso, y sobre todo, los humanos nos relacionamos y nos expresamos mediante experiencias. Pues bien, seguramente la experiencia más honda y más total de la vida es la Fe, que entraña entrega, confianza, fidelidad... Esto supuesto, según la fe cristiana, a Dios, a quien nadie ha visto jamás (Jn I, 18), lo hemos visto, lo hemos oído, lo hemos palpado, en Jesús de Nazaret, que es la Palabra de Dios hecha humanidad (Jn I, 14), hecha debilidad humana (Jn I, 18; XIV, 8-11; 1º Jn I, 1). Jesús (el Hijo) es el único que sabe quién es Dios (el Padre); y Jesús es quien nos da a conocer a Dios (Mt XI, 27; Lc X, 22).
.
La consecuencia, que se deduce de lo dicho, es que Jesús de Nazaret es la encarnación de Dios (Jn I, 14), es la kenosis (vaciamiento) de Dios (Fil II, 7), es (en la cruz) la muerte de Dios, tal como se lo ha "representado" el "cristianismo infantilizado" (Kierkegaard). Y así, precisamente así, Jesús de Nazaret es la humanización de Dios. He aquí la más profunda y la más original aportación que el cristianismo ha hecho a la historia de las tradiciones religiosas de la humanidad.
.
Esto quiere decir que a Dios lo conocemos en Jesús. Por tanto, no es Dios el que nos revela quién es Jesús, sino que es Jesús el que nos da a conocer quién y cómo es Dios. O sea, es viendo a Jesús, cómo vemos a Dios. Y conociendo las costumbres, las preferencias, el estilo de vida de Jesús, así es cómo conocemos a Dios y nos enteramos de lo que Dios quiere y lo que a Dios le agrada. Pero no se trata sólo de esto. Hay en todo esto algo que es lo más decisivo. Se trata de caer en la cuenta de que a Dios lo conocemos y lo encontramos en la humanidad de Jesús. Decir que Dios se nos da a conocer en la divinidad de Jesús sería una tautología, tan absurda como afirmar que "lo divino" se nos revela en "lo divino". Por lo tanto, cuando hablamos de la humanidad de Jesús y elogiamos la entrañable humanidad de Jesús, lo más importante que hay en todo eso no es sólo la ejemplaridad de Jesús. Lo decisivo es que, en la humanidad de Jesús se nos da a conocer Dios mismo y, además de eso, también en esa humanidad descubrimos el proyecto de Dios. Porque, en última instancia, lo que Jesús nos enseña es que el proyecto de Dios y lo que Dios quiere de nosotros, no es que nos divinicemos (y menos aún que nos "endiosemos"), sino que nos humanicemos. El proyecto cristiano es hacernos cada día más sencillamente humanos. Por tanto, el proyecto de Dios no es hacernos "religiosos", ni "sagrados", ni "consagrados". En la medida en que todo eso nos eleva sobre la simple condición humana, en esa misma medida nos separa, nos divide, es origen de categorías y distinciones, dignidades, poderes y privilegios que enfrentan a unos con otros. Todo eso nos deshumaniza. Y Jesús no lo quiere, lo detesta.
.
Por esto, sin duda, Jesús se enfrentó con la religión y sus dirigentes, con el templo y sus sacerdotes. La "humanidad" es algo tan decisivo para Jesús, que, por defenderla, le costó la vida. En eso vio Jesús que se jugaba el ser o no ser de su mensaje. Y esto -lo digo con todo respeto y sinceridad- es lo que nunca comprendió Pablo de Tarso. Pablo no conoció al Jesús terreno, ni le interesó su humanidad. Sólo conoció al Resucitado (Gal I, 11-16; 1º Cor IX, 1; XV, 8; 2º Cor IV, 6). Y llega a decir que el Cristo "según la carne" (en su humanidad) no le interesa (2º Cor V, 16). Por eso Pablo no se interesa por el Dios que se nos revela en Jesús. El siguió creyendo en el Dios de Abrahán (Gal III, 16-21; Rom IV, 2-20) (U. Schnelle).
.
Pero todo esto necesita todavía una explicación que es determinante. Lo humano "químicamente puro" no existe, ya que "lo humano" está siempre fundido con "lo inhumano". Porque es inherente a la condición humana, no sólo la limitación, sino además la inclinación al mal. Humano es amar. Y humano es odiar. Humana es la generosidad y humano es el egoísmo, etcétera, etcétera. Esto supuesto, se comprende que el proyecto cristiano es un proyecto de humanización, en el sentido de ir liberándonos progresivamente de la deshumanización que todos llevamos fundida en nuestra vida, para poder hacernos así cada día más profundamente y más plenamente humanos. Llegar a ser plenamente humanos no está a nuestro alcance. Por eso necesitamos de Dios. Y ése es el significado que tiene el recurso a Dios. Para que, mediante la fuerza de su Espíritu, podamos acercarnos al ideal de nuestra plena humanidad.
.
Por último, ¿en qué consiste el proyecto de nuestra humanización? Lo humano se contrapone a lo divino. Lo divino se asocia al poder, a la gloria y a la grandeza sin límites. Por el contrario, lo humano se relaciona con la debilidad, la limitación incluso la fragilidad. De hecho, lo mínimamente humano, lo común a todos los humanos, se reduce a la "carnalidad" y la "alteridad": todos los humanos somos de carne y hueso (carnalidad); y todos los humanos nos necesitamos los unos a los otros (alteridad). Pues bien, siendo así la condición humana, se comprende que la tentación satánica fundamental sea la apetencia de "ser como Dios" (Gen III, 5). Es decir, ser más que los otros y estar sobre los demás. De ahí, la violencia en todas sus formas. Por eso, según los evangelios, Jesús nos marca el camino de nuestra humanización porque el proyecto de vida que nos trazó fue no querer estar nunca sobre los demás, sino estar siempre con los demás, especialmente con los últimos, con los que están más abajo, hasta acabar, él mismo, como el último. Una vida entendida así, se traduce en unión, solidaridad y felicidad compartida.
.

sábado, 5 de marzo de 2011

EL PUEBLO Y SUS DIRIGENTES

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
.
.
El Papa Benedicto XVI, en el segundo volumen que acaba de publicar sobre Jesucristo, afirma y argumenta con claridad y decisión que los responsables de la muerte de Jesús no fueron los judíos o el pueblo de Israel, sino los sumos sacerdotes, es decir, los dirigentes de la religión y supremos mandatarios del templo. Es éste un asunto sobre el que se ha escrito mucho y que ha sido ampliamente analizado por los mejores estudiosos, tanto del judaísmo como del cristianismo. Un asunto, además, sobre el que existe un amplio y generalizado consenso. Benedicto XVI ha demostrado así, una vez más, sus profundos conocimientos teológicos y su excelente documentación bíblica.
.
No pretendo aquí repetir lo que cualquiera puede encontrar en el libro del Papa (de próxima aparición) o en otros estudios más específicos que se han publicado, en los últimos años, sobre este importante argumento teológico. Sólo quiero fijarme en dos cuestiones que me parecen de especial actualidad: 1) el antisemitismo; 2) la violencia de las religiones.
.
En cuanto al antisemitismo, yo confieso que recuerdo, con dolor y escándalo, cómo durante muchos años, en las solemnes oraciones que se hacían en la liturgia del Viernes Santo, al recordar la pasión y muerte del Señor, el obispo o sacerdote, que presidía la ceremonia, pedía a todos los fieles orar "por los pérfidos judíos". Era una demostración deforme y patética del desprecio que, seguramente sin pretenderlo, la liturgia católica fomentaba en un momento tan sagrado y solemne como es la ceremonia de los Oficios del Viernes Santo. La cosa venía de lejos. Desde el año 70, cuando las legiones romanas entraron en Jerusalén y arrasaron la ciudad y el templo, no dejando piedra sobre piedra. Desde entonces, el pueblo de Israel, como el "judío errante", se ha visto obligado a vivir disperso, sin patria y sin hogar. Y teniendo que soportar la intolerancia y el desprecio de gobernantes que con frecuencia eran tan "cristianos" como faltos de escrúpulos y sobrados de no sé qué falsa ortodoxia. Hoy nos resulta incomprensible hasta dónde llegaron las cosas en España con la triste y famosa manía persecutoria contra quienes no podían demostrar su "pureza de sangre". Basta leer las Cartas de España, de Blanco White, para hacerse una idea la irracional intolerancia que se vivía en la España del s. XVIII contra quienes no podían probar que no estaban contaminados por la sangre impura del pueblo deicida. Es de vergüenza.
.
Pero lo más grave no es esto. Lo peor de todo es la violencia que entraña la identificación con un "Dios" al que se acepta como "el único verdadero". Lo que entraña inevitablemente que todos los demás son "falsos". Tienen razón Ulrich Beck cuando dice que "el universalismo humanitario de las personas creyentes descansa en la identificación con Dios y en la satanización de quienes se oponen a él". Que son los "siervos de Satán", según se ha dicho desde san Pablo a Lutero. Las tensiones religiosas, las persecuciones motivadas por las creencias religiosas, las descalificaciones, humillaciones, desprecios, insultos... todo eso, que nace de corazones "muy religiosos", es la demostración más patente de que la religión puede ser una bendición o un peligro. Y es cosa que está a la vista de todos. Sin ir más lejos, ¿no tiene uno la impresión de que palpa o roza estas violencias leyendo algunos comentarios que se deslizan en este blog y en tantos otros que plantean problemas relacionados con la fe religiosa? Posiblemente, a todos nos hace falta, mucha falta, ir desplazando nuestras creencias de la fe cuya meta es la verdad incuestionable a la fe cuya meta es la humanidad entrañable.
.