domingo, 13 de febrero de 2011

EL FANATISMO: PELIGRO DE ALTA TENSIÓN

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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Por desgracia, es frecuente encontrar en la vida gente fanática. Hay fanáticos en el mundo del pensamiento, del deporte, de la política... Y por supuesto, también en la religión. Sobre todo, cuando política y religión se refuerzan mutuamente. En ese caso, el fanatismo desemboca inevitablemente en las formas más aberrantes de violencia. Pero, ¡antención!, no nos engañemos hablando de este asunto con ligereza. Uno de los estudiosos, que ha analizado con más seriedad el fenómeno del fanatismo, ha sido Amos Oz, reconocido intelectual comprometido con el proceso de paz en Oriente Medio. Pues bien, este escritor israelí, galardonado por sus trabajos sobre este espinoso problema, ha dicho acertadamente que "el fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier Estado, gobierno o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo. Desgraciadamente, el fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana, un gen del mal, por llamarlo de alguna manera".
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Fanatismo viene del término latino fanum, que significa sagrado, era (en la religión romana) un lugar sagrado. De ahí que profano es lo que está fuera del espacio sagrado. Por lo tanto, se puede afirmar que fanatismo es la postura y la convicción de quien hace de sus ideas algo literalmente sagrado, por más que él no se dé cuenta de lo que hace. Y, como es lógico, el que hace de sus ideas o de sus preferencias una "realidad sagrada", por eso mismo convierte sus ideas y sus gustos en algo intocable, incuestionable, indiscutible. Lo cual ya es molesto y suele ser origen de conflictos y situaciones conflictivas en las que hablar con calma y sosiego, dialogar en paz y con buena voluntad, todo eso resulta sencillamente imposible.
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Pero en el fanatismo hay algo peor y mucho más peligroso. El citado Amos Oz se ha dado cuenta de lo más destructivo que entraña el fanatimso y lo ha formulado así: "Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar". Aquí está el verdadero problema. Porque quien va por la vida pretendiendo obligar a los demás a que cambien de ideas, de convicciones, de preferencias, de conducta..., quien hace eso en la vida es inavitablemente una persona que va faltando al respeto, agrediendo a todo el que no piensa o vive como él, despreciando a mucha gente y, si es necesario, un individuo puede terminar siendo un auténtico terrorista. Un terrorista que a lo mejor no pone bombras, ni mata a nadie. Pero bien sabemos que hay terroristas del espíritu, que se sienten con derecho a insultar, ofender, humillar, despreciar, denunciar, amargarle la vida a otras personas. Y, además, hacen todo eso tan tranquilos. Más aún, con la conciencia de que es eso lo que tienen que hacer.
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Desgraciadamente, los terroristas del espíritu abundan en las religiones. Cosa temible. Porque pueden llegar a ser las peorres personas del mundo con la mejor conciencia del mundo. No sé si este tipo de gentes tienen solución. Lo dudo mucho. Sea lo que sea de este asunto, lo que es seguro es que los terroristas del espíritu son los que más daño le hacen a la causa de Dios. He ahí por qué he dicho que el fanatismo es un peligro de alta tensión.
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